La inteligencia artificial ha explotado en Extremadura con toda su intensidad, y lo ha hecho de la peor forma posible por su combinación perniciosa con ... otro de los problemas que la sociedad tiene pendiente de abordar: el acceso cada vez más temprano a contenidos pornográficos y el modo en que esto determina la educación sexual de las nuevas generaciones.
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El caso de Almendralejo, con la creación y difusión de falsos desnudos de chicas de entre 12 y 14 años por parte de otros menores de su entorno, ha precipitado el debate sobre la necesidad de encontrar una regulación adecuada a nuevos desafíos como los que plantea la inteligencia artificial (IA). La irrupción de estas técnicas a nivel usuario, con una pasmosa facilidad y perfección a través de aplicaciones de rápido acceso, además de servir para algunos memes, ya había anunciado el peligro de su mala utilización en ámbitos como el académico o el periodismo, colando falsos trabajos y noticias ante la dificultad de diferenciar lo real de lo creado por una máquina.
Lo sucedido en la localidad extremeña, y en otras que se van conociendo, ha añadido a este debate en torno a la IA el componente de la educación sexual, y demuestra la necesidad de transmitirla a edades tempranas, cuestión rechazada, por cierto, desde determinados posicionamientos por considerarlos saberes innecesarios, ideológicos o que deberían estar restringidos de forma exclusiva al ámbito de la familia.
Con hechos como estos se comprueba, sin embargo, el desconcierto en el que están inmersos en general los padres para el abordaje de este tipo de cuestiones, de una complejidad tal que incluso lleva a rebufo a jueces y fiscales. La realidad, según admiten ellos mismos, va por delante de la propia legislación en vigor, y reconocen las dificultades para tipificar algunas de las conductas con el actual ordenamiento jurídico, necesitado de cambios.
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Lo que han hecho los menores de Almendralejo no es nuevo, pero sí se ha producido un peligroso salto cualitativo. Realizar fotomontajes de contenido sexual lo han padecido en el pasado muchas mujeres, con la diferencia de que se trataba normalmente de personas famosas y de que el proceso técnico solo estaba al alcance de algunos para que resultara tan perfecto. Su difusión también estaba más limitada. Pero el uso generalizado de móviles, la expansión de aplicaciones y las técnicas de inteligencia artificial es lo que convierte a cualquier teléfono en una herramienta capaz de dañar la intimidad de otras personas, aunque los adolescentes por su grado de madurez no sean conscientes de la verdadera repercusión de sus hechos, y tampoco en algunos casos sus propios progenitores.
Porque lo que también nos revela este episodio de forma desalentadora es que los menores de 14 años siguen replicando modelos de conducta machistas que en el fondo son los mismos que los de la generación de quienes hoy podrían ser sus abuelos, esa idea de que los hombres siempre tienen una especie de derecho para hacer bromas sobre las mujeres por su aspecto físico sin que pase nada y sin que deban sentirse ofendida.
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En el fondo, existe un hilo invisible y desagradable entre las palabras de un señor octogenario como Alfonso Guerra, cuando intenta denigrar los criterios políticos de Yolanda Díaz relacionándolo con las veces que se cuida el pelo, con el comportamiento de los menores de Almendralejo a los que les parece una idea graciosa hacer ver que las chicas de su entorno se exhiben desnudas. Han pasado siete décadas desde que nacieran uno y otros, pero todavía hay varones que se sienten con cierto derecho sobre la imagen de ellas. Y eso, sea al estilo del chiste más rancio o con el uso sofisticado de la IA, es en lo que no hemos cambiado demasiado.
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