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Cuando el 31 de octubre, la presidenta del Congreso, Francina Armengol, cerraba su intervención en el acto de jura de la Constitución de la princesa ... Leonor con un viva el Rey, viva España, daba continuidad a lo que en 1986 gritaba otro presidente socialista de las Cortes, Gregorio Peces-Barba, en el momento en que el actual Felipe VI alcanzaba también la mayoría de edad. Que el PSOE, que no ha renunciado a su definición como partido republicano, aceptara y trabajara durante la Transición y hasta hoy en favor de la monarquía parlamentaria, lo mismo que el PCE de Santiago Carrillo, nos ha proporcionado los mejores años de democracia de este país. En 1986 también se celebró el referéndum de la OTAN, convocado por un Felipe González que convenció a su militancia para que girara en sus convicciones porque España no podía mantenerse al margen de la realidad internacional y de sus organismos, a los que hoy piden pertenecer otros países que se sienten amenazados. Que el PSOE haya tenido que superar sus propias contradicciones en asuntos en los que España se la jugaba, en contra incluso del pensamiento extendido entre sus bases, no se estrena ahora con el problema de Cataluña y la amnistía a los promotores huidos del procés.
Ocurre que con aquellos episodios ha transcurrido el tiempo suficiente para concluir que los cambios de postura tuvieron un efecto positivo en la evolución de este país, sin que las tensiones internas hicieran llegar la sangre al río dentro del PSOE, probablemente porque los liderazgos de entonces poco tenían que ver con los actuales. Resulta imposible determinar ahora, en medio del temporal, si esta amnistía que se negocia tendrá o no los efectos de enterrar las tensiones separatistas de Cataluña, si lo que hoy se negocia con un sentido tan de regate corto -la investidura de Pedro Sánchez- logrará convertirse en la clave de bóveda que sostenga la unidad de España, máxime si obtiene el refrendo posterior del Tribunal Constitucional. No es posible saberlo, además, porque la otra parte no ha dado señales de arrepentimiento ni de propósito de enmienda, pero sí conocemos que es el afán que inspira las posiciones de los socialistas que estos días votan sí a la amnistía y el argumento al que se agarran, como un clavo ardiendo, quienes aceptan las condiciones de negociar con un prófugo de la justicia con la nariz tapada.
¿Existe otra alternativa para la gobernabilidad? Desde luego no la que representa quienes el viernes por la noche dieron vivas a Franco ante la sede madrileña del PSOE, ni un Santiago Abascal que ha reconocido que con ellos en el gobierno o al lado aumentaría la tensión en Cataluña. Habría mayores opciones de gobernabilidad con una derecha civilizada y proactiva en asuntos como la solución de Cataluña, pero precisamente eso es lo que no observaron los votantes el 23-J y por lo que dieron la espalda a Feijóo. Los españoles ya acudieron a las urnas en verano conscientes de que se decidía entre tener a la ultraderecha en el gobierno o a un Sánchez que negociaría con los nacionalistas, y se impuso la segunda opción.
Es posible, no obstante, que hasta esos mismos votantes sientan hoy que se está yendo demasiado lejos, lo mismo que cabe pensar que lo que puede ser bueno para el PSOE de Sánchez, e incluso para conseguir el gobierno de la Generalitat a medio plazo, les puede lastrar mucho en territorios como Extremadura, donde el debate sobre la amnistía les llega además en un momento de vacío de poder y ausencia de un liderazgo claro. Cataluña hasta ha obrado el efecto de ahondar la brecha generacional dentro del PSOE.
Así las cosas, cuando se compruebe si lo que se pacta en estos días tiene los efectos apaciguadores que se pretenden y resulta positivo para el bien general de este país, si eso llegara a suceder, puede que sea demasiado tarde para los socialistas extremeños y el PP lleve ya mucho tiempo gobernando en Extremadura.
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