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El PSOE ha ganado las elecciones autonómicas del 28-M en la noche más triste para los socialistas extremeños. Incluso en 2011, cuando finalmente no ... gobernaron, se fueron a la cama pensando que llegarían a un acuerdo con el otro partido de la izquierda. Ayer, Guillermo Fernández Vara obtuvo el peor resultado del PSOE extremeño en unos comicios regionales; peor también, en porcentaje y en número de diputados, que cuando cedió ante el PP de José Antonio Monago. La victoria de ayer es una derrota sin paliativos. Y así lo reconocieron.
Resulta que no había un voto oculto, sino un voto desencantado. La encuesta publicada por este diario anticipó que PP y Vox podían sumar mayoría absoluta, y así se ha cumplido. El voto del desencanto era con el PSOE, por una larga combinación de razones que los esfuerzos de Fernández Vara por mostrar que Extremadura está a la puertas de una revolución industrial verde no han sido suficientes. Los ciudadanos no le han creído, simplemente. Ni en Trujillo, con la fábrica de diamantes; ni en Navalmoral, con la gigafactoría; ni en Badajoz, con la plataforma logística. Las derrotas municipales en estas localidades fueron anticipando durante toda la noche electoral la pírrica victoria autonómica y la muy probable pérdida del Gobierno de la Junta. El propio Vara lo dio por perdido, sin margen alguno para la posibilidad de que Vox y el PP no se pongan de acuerdo para la investidura de María Guardiola. El candidato socialista había anunciado su retirada de la política si el resultado del 28-M le dejaba en la oposición y parece que así será. Sus palabras de anoche sonaron a un adiós.
Los socialistas, además, se metieron ellos solos durante la legislatura en charcos que les han salpicado más de lo que pensaban. El proyecto de macrovertedero en Salvatierra de los Barros y la fusión entre Don Benito y Villanueva son ejemplo de acciones que les han privado de unos votos decisivos en plazas que tenían consolidadas desde hace tiempo. La misma moneda han obtenido en la campiña sur y Llerena, a vueltas durante los últimos años con el hospital.
A estas circunstancias sobrevenidas que fueron dejando votantes por el camino se ha sumado, por supuesto, el 'efecto Sánchez', el desgaste de los socialistas por decisiones atribuibles al Gobierno nacional. Es la baza a la que jugó el PP de Guardiola desde mucho antes de que se iniciara incluso la precampaña y que sin duda ha dado su resultado. Si Page ha salvado los muebles en Castilla-La Mancha con su desafección con el presidente del Gobierno, la imagen, real o no, de un Fernández Vara demasiado sumiso con Sánchez ha ido calando a pie de calle.
Los efectos de las rebajas de penas por la ley del 'solo sí es sí' y la carga de mensajes de los populares para asociar a los socialistas con terroristas y secesionistas han minado los esfuerzos de un Fernández Vara cercano como ningún otro dirigente socialista a colectivos sensibles como los cazadores o el mundo taurino. Una táctica infructuosa.
Vox entra a toda marcha en la Asamblea de Extremadura, no solo por sus cinco diputados, uno menos que la primera vez que accedió Podemos en 2015 o dos menos que Ciudadanos la pasada legislatura, pero con la gran diferencia de que van a ser muy decisivos. Su entrada era algo esperado, no tanto su papel absolutamente clave.
El Partido Popular tiene en su mano el Gobierno de la Junta. Las reiteradas afirmaciones de Guardiola de que no pactará con Vox para llegar al Gobierno anoche al menos no suponían freno alguno para una euforia lógica entre las filas populares, muchos de cuyos seguidores y dirigentes eran escépticos con su propia líder que, sin embargo, ha triunfado a la primera y que puede ser la primera mujer presidenta de Extremadura.
En sus palabras con sonido de despedida Fernández Vara recordó la dificultad de una legislatura marcada por la pandemia de la covid. Y sus palabras de 2020 sonaron premonitorias: «¿Alguien piensa que esta crisis no pasará efecto a la actual clase política?», se preguntaba hace tres años. La respuesta llegó anoche.
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