El voto de Bildu

El pasado lunes este diario publicó que el efecto Sánchez le cuesta a Fernández Vara el 12 por ciento de los votos logrados hace cuatro años. Es el trasvase de apoyos que recibiría el PP en Extremadura de quienes en 2019 votaron al PSOE. Es el triple de los que aseguran que votaron a Vox y que ahora lo harán por los populares, y vendría a confirmar esta tendencia de que el Partido Popular pesca votos en el caladero del centro, los antiguos de Ciudadanos y los que habitualmente se inclinan por un lado u otro del bipartidismo según el momento.

Como se sabe de la existencia de ese comportamiento electoral, la táctica es agrandar hasta la exageración todo aquello que pueda herir al adversario político, venga de donde venga y aunque lo que toque sea medir la gestión municipal o regional. Para estas elecciones primero fue la malversación, luego el solo es sí es sí y estos días Bildu, entendidas todas ellas como piedras que se intentan meter en las mochilas de cualquier candidato socialista.

El paso del tiempo y el agotamiento de los titulares va limitando el efecto real de ese tipo de olas nacionales sobre el votante, que al final se da cuenta que tiene que decidir el alcalde que prefiere para su municipio o la próxima Presidencia de su región. Pero puede llegar a calar lo suficiente, bien atrayendo votos, o bien (si cabe más importante) desmovilizando a los seguidores del adversario que se acaban por quedar en casa el domingo. Así perdió Andalucía Susana Díaz. Si algo ponían también de relieve las encuestas de GAD3 es que el votante del PP se encuentra más movilizado y lo tiene más claro que el del bloque de la izquierda, lo cual responde a la lógica de quienes buscan un cambio.

Fernández Vara siempre se ha resistido a crecer o hacer su campaña a costa del propio PSOE, aunque eso le cueste que le tilden de sumiso. Puede que sea la forma de hacer política con la que se siente más cómodo y la que le sale de natural, pero en el fondo tampoco piensa que del otro modo conseguiría más cosas para Extremadura. Cree que yendo al choque, al estilo Page para entendernos, lograría menos decisiones ministeriales favorables que permitiéndose un acceso fluido gracias a las maneras conciliadoras con las medidas de su partido, incluso con las que no comparte tanto.

Tiene que ver mucho, por tanto, con un comportamiento estratégico, y está convencido de que esta otra táctica proporciona a la larga más beneficios. Lo que ocurre es que el ciudadano puede que no lo vea tan así, y el ciudadano es a fin de cuentas el que vota y el que decide con su papeleta. Con el resultado del próximo 28-M se verá si la mayoría se decanta por el ruido y la hipérbole o por la estrategia, y si es Bildu el que también acaba poniendo nuestros gobernantes.