¿Hay un Sánchez en el PP?

Ese vacío ha alimentado desde las últimas elecciones autonómicas de mayo de 2019 que se saldaron con su segunda derrota consecutiva la pregunta de si realmente es necesario sustituir al actual presidente de los populares extremeños.

La llegada de Pablo Casado como vencedor de unas primarias y su diferencia generacional hizo que se diera por hecho que el expresidente extremeño era a ojos del nuevo equipo del PP un capítulo pasado al que se le iban a agradecer sus servicios y buscar un acomodo discreto. Incluso su nueva designación como candidato a la Junta hace dos años, con malas perspectivas en aquellos momentos para la formación popular, se antojaba como la excusa perfecta para buscar a continuación nuevas personas en el PP extremeño.

Pasado el letargo impuesto por la pandemia, Génova ha retomado su afán renovador en los territorios donde todo ha seguido como estaba desde los tiempos que ya parecen tan lejanos de Mariano Rajoy. Pero tal vez porque el roce hace el cariño, dentro del cariño que permite la política, y porque el tiempo transcurrido no ha resuelto el vacío de candidatos que a priori mejore lo presente, ya no está tan claro que la dirección nacional quiera prescindir necesariamente de Monago siempre que este demuestre que el PP extremeño está con él. Y eso es lo que parece que se ha quebrado un tanto esta semana.

Cuando hace unos meses el todopoderoso secretario general Teodoro García Egea visitó Mérida, quedaron claras dos cosas: la primera, que llegados a 2021 Génova no pretendía quitar a toda costa a Monago, ni este iba a dar una batalla que considerase perdida si intuía que sobraba, más bien podría negociar; y, segundo, que se trataba de una decisión a dos vueltas: la primera iba a ser los congresos provinciales y la segunda y definitiva el cónclave regional, que se convocará para el próximo otoño. Mientras el de Cáceres se presenta como una balsa de aceite con el incombustible Laureano León como único candidato, en Badajoz no han podido evitar que salieran a la luz las diferencias de lealtades, ambiciones y personalismos que nutren las fechas previas de cualquier congreso de cualquier partido. Y ese baile, que también se puede interpretar como falta de control, no ha reforzado precisamente la figura de Monago.

Faltan cinco meses, un mundo en política, para que los populares extremeños apuesten por la continuidad o la renovación; de hecho, tomar un camino u otro puede que ni siquiera se decida de verdad en la región, sino en los despachos de Madrid, hasta donde sí llegan voces de dirigentes extremeños del PP como Alberto Casero, por ejemplo, y donde se manejan las encuestas.

Tras la marcha en unos días de Francisco Javier Fragoso del ayuntamiento de Badajoz, Fernando Pizarro quedará como el único representante institucional del PP. Pero el alcalde de Plasencia tendrá que dar un paso al frente si de verdad se ha propuesto encabezar el proyecto popular en Extremadura. El ejemplo de Susana Díaz que dejó pasar su oportunidad esperando a ser designada por aclamación, y permitió crecer de ese modo a un desconocido Pedro Sánchez, siempre puede repetirse. Pero, ¿hay un Pedro Sánchez en el PP?