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Ha dicho Yolanda Díaz, que hoy presenta en Madrid su proyecto político Sumar, que «en los momentos claves de la historia, hay que estar». Es ... un reproche a la ausencia del aparato de Podemos, pero tal vez la frase le ha quedado un poco exagerada. Hasta es posible que, en el futuro, lo que se recuerde del acto de este Domingo de Ramos en que ella estrena candidatura sea su hiperbólica expresión. Es pronto para saberlo porque la historia se escribe siempre en diferido.
Es cierto, en cualquier caso, que la izquierda afronta un momento crucial en este país, en un año en que puede gobernar (en autonomías y en Moncloa) o, por el contrario, dejar paso a la extrema derecha porque en gran parte el resultado final dependerá de sus propias tensiones internas.
Después de la irrupción de Podemos que cambió el paso de la política española, corren el riesgo de replicar el modelo de IU, un puñado de diputados en cada hemiciclo sin más objetivo que tener la suerte de convertirse en muleta de otros. Ese no era el plan de quienes realmente leyeron como nadie el desánimo de los ciudadanos con el oxidado bipartidismo responsable de la crisis económica, votantes que en un momento de indignación se vieron huérfanos políticos.
Los mayores éxitos de Podemos se han dado cuanto más transversal se han mostrado, y recuperar esa esencia es a lo que suena el proyecto de Yolanda Díaz: ofrecer desde la izquierda un espacio amplio donde muchas personas se vean representadas, sumar más que excluir y olvidarse del enfrentamiento permanente.
El reto es lograr un sitio propio y no quedar neutralizados en la órbita del PSOE, que es lo que en el fondo temen algunos del proyecto de Sumar. De ahí la batalla por elegir las personas que ocuparán el núcleo duro de la nueva propuesta. Más que el cartel electoral, está en juego quiénes tendrán la verdadera capacidad de decidir las estrategias y las listas de la nueva formación.
En Extremadura, hace unos meses tan entusiasmados con Díaz tras ser ungida por Pablo Iglesias, se ha impuesto el silencio en el aparato de Podemos. Ese temor a pronunciarse de Irene de Miguel y compañía revela que no hay un verdadero debate abierto, sino una guerra descarnada en la que cualquier palabra por bienintencionada que sea puede pasar factura.
En el acto de hoy estarán presentes líderes territoriales de Podemos (pocos) o la misma eurodiputada extremeña María Eugenia Rodríguez Palop. Desde aquí han desaparecido las palabras de apoyo a Díaz y se intuye un seguidismo, como ha sucedido con otras guerras internas pasadas, de la oficialidad madrileña. No se le pide a nadie que se inmole, pero sí se espera de los representantes políticos conocer cuáles son sus opiniones, más si se trata de asuntos que orientan al propio seguidor, que seguro empieza a sentirse con el corazón dividido sin saber bien a qué atenerse.
Aunque Sumar no participará en las municipales y autonómicas, para suerte de Podemos Extremadura, que a nadie le extrañe que aumente la abstención entre ese segmento electoral en las próximas convocatorias si no se dan hasta entonces muestras claras de unidad.
El carisma de Yolanda Díaz ha logrado ilusionar al votante a la izquierda del PSOE que empezaba a desgastarse desde el 15-M. La ministra de Trabajo ha impulsado con energía alguna de las medidas que más han beneficiado a la población extremeña, como la subida del salario mínimo. Pero tampoco conviene olvidar que si hoy es una de las políticas más populares es por el foco que le ha dado un Podemos del que cada vez parece sentirse más ajena. En ausencia de mareas y movimientos sociales potentes en Extremadura, el mayor peso aquí lo sigue representando Podemos y experiencias recientes como Actúa de Gaspar Llamazares, tuvieron un resultado muy marginal. Se necesitan, pues, mutuamente y todo lo que no sea sumar, les restará de forma grave.
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