
A pesar de los flacos favores
Toni Barquero
Domingo, 9 de marzo 2025, 08:38
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Toni Barquero
Domingo, 9 de marzo 2025, 08:38
Podría decir que llevo tiempo sorprendida por tanto retroceso como observo. Podría contar que cuando miro hacia atrás me siento feliz por los avances conseguidos. ... Podría contar que mi gran certeza es que nada es eterno, que las leyes de Newton cobran gran sentido en cualquier movimiento y, con ellas, por cada acción feminista hay una reacción igual y opuesta.
Distinguir entre las acciones que impulsan la igualdad y aquellas que las frenan no es tarea fácil, sobre todo porque las segundas casi siempre vienen disfrazas; sobre todo porque las segundas con frecuencia vienen de quienes vienen disfrazados; sobre todo porque las segundas buscan disfrazar a las primeras. Y entre disfraz y disfraz, anda el juego. Un juego de cuentas, un juego político, un juego de poder, un juego de quebranto social, un juego de muchas cosas pero, sobre todo, un juego contra la dignidad humana.
El Día Internacional de las Mujeres, el 8M, es el día simbólico de la lucha por los derechos de las mujeres en igualdad con los de los hombres, en todo el mundo, en todas las situaciones, en todos los hogares, en todas las sociedades. Pensar que una misma lucha pueda albergar reivindicaciones tan distintas, desde el derecho a la vida, a no ser instrumento de guerra, a no ser violada, a no ser mutilada, a no ser vendida ni comprada, a tener decisión política y social, a la salud personal, reproductiva, sexual, a decidir sobre el amor y el cuerpo, a la educación, al trabajo, a los derechos laborales, a la visibilización, a la equidad real…, hace este día tan mínimo como imprescindible.
Pero esta lucha tan grande y general, sin perder la consciencia de nuestra obligación moral con cualquier mujer en cualquier lugar del mundo que padece simplemente por serlo, requiere que nos centremos en aquello que podemos hacer en cada momento, y eso suele ser lo más cercano. Así que a ello voy.
Este pedacito de cielo, que pudiera ser nuestro país, anda muy necesitado de lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, porque no solamente nos enfrentamos a las diferencias históricas y estructurales sino a los amigos y amigas de perpetuarlas camufladas en apariencia de alianzas y promoción o, abiertamente, con reivindicaciones de un «imaginario tiempo mejor», cuestionando las propias desigualdades, y buscando siempre chivos expiatorios en huéspedes sin bienvenida.
No cabe duda de que, cuando saltan a la palestra aquellas conductas incoherentes o hasta incluso delictivas, de quienes definen, promueven y exigen programas igualitarios y aniquiladores de discriminación e injusticia entre géneros, el jarro de agua fría lleva añadido la desilusión, la rabia, la inseguridad, pero sobre todo la quiebra de la confianza en la propia lucha, en la propia reivindicación. Tampoco cabe duda de que al feminismo, a la igualdad entre hombres y mujeres, se hace camino por distintas sendas, siempre que no se pierda la cima. Y es cierto también que en esas sendas, legitimas o no, hay batallas de otras guerras que siembran minas en el propio terreno. Flacos favores hacen a la lucha feminista.
Pero esta, pese a ello, no caerá, sino que depurada, desde su esencia y rearmada tanta veces como sea necesario, continuará, porque el machismo, con más o menos daño en nuestra en piel o en la ajena, sigue pululando a sus anchas; y, miremos de frente o de lado, las evidencias nos asaltan.
El feminismo sigue siendo una cuestión de derechos fundamentales; el feminismo es una lucha que trasciende cualquier interés partidista; el feminismo es y será justicia social.
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