Comic-Con

Rememorando 'Bienvenido, Míster Marshall', ahora que la política estadounidense nos trata tan bien, se importa la Comic-Con de San Diego a la ciudad de Málaga, un evento grandilocuente dedicado a las viñetas sin apenas viñetas. La urbe andaluza, que ya cuenta con un sonado festival de cine, escaparate de las producciones nacionales, se apunta al alquiler de franquicias internacionales. Pujar por la marca de un macroevento foráneo y llevarlo a tu ciudad es tendencia, con algunas instituciones volcadas con entusiasmo en una maniobra que, generalmente, supone un gasto desmesurado. Cultura ultraprocesada.

En San Diego lo que rompe la pana son las presentaciones de series y películas de próximo estreno, con el Universo Cinematográfico de Marvel a la cabeza, ahora que el género de superhéroes en imagen real está en franca decadencia. A la espera de una posible remontada, el regreso de Daredevil en Disney tampoco parece aliviar la situación tras el fiasco del nuevo Capitán América, pero las redes sociales suspiran por la Comic-Con malagueña.

La gente del cómic, de donde parte todo -del papel-, mira la iniciativa con recelo, mientras el resto del mundo, el consumidor medio, sueña con comprarse toneladas de muñecos de sus héroes favoritos y obtener una foto, previo pago, con un actor secundario de alguna serie televisiva derivada de otro producto que alguna vez tuvo éxito. ¿Cultura popular de plástico?