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ELENA CALVO
Miércoles, 9 de febrero 2022
«Estoy muy emocionada. Han sido casi 14 años de lucha, de pagar unas consecuencias tremendas», decía este martes a ABC Francisca Blanco —conocida ... por todos como Paca— tras conocer el pronunciamiento del Tribunal Supremo por el que ordena la demolición completa del 'resort' de lujo de la Isla de Valdecañas. Fue ella la que, siendo coordinadora de Ecologistas en Acción en Extremadura, comenzó las denuncias contra el proyecto para construir el complejo. Blanco se topó con esta iniciativa poco tiempo después de aterrizar en la localidad cacereña El Gordo, donde, junto a su marido, decidió comprar una casa para disfrutar de su jubilación, un sueño al que tuvo que renunciar por proteger el medio ambiente.
Su empeño por evitar que se edificara en un lugar «sumamente protegido» la puso en el punto de mira, y lo que comenzó por ser la búsqueda de un lugar donde poder tener una jubilación tranquila terminó en «un acoso que duró 6 años», hasta que decidió renunciar a la vida en el pueblo y regresar a Madrid, tras «sufrir insultos y amenazas».
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«Empezó a correr el bulo por el pueblo de que yo quería quitar el pan y el trabajo a los futuros trabajadores de la isla. Decían que era de 'los verdes' y que había ido al pueblo a parar la obra», relata, al tiempo que denuncia la violencia que tanto ella como su familia sufrieron durante esa etapa. «Casi todos los fines de semana me rompían los cristales, me pegaban mierdas en el coche, me rompían los retrovisores...Un día hasta me tiraron seis cócteles molotov. Y se dijo que era una gamberrada y ya está», lamenta.
Todo, cree, por ser «la cara visible de esta batalla». «Yo fui la que pagué las consecuencias por vivir ahí, pero esta victoria es de todos», señala, pues quiere remarcar que las denuncias que han logrado poner fin al complejo partieron de Ecologistas en Acción.
Sin embargo, y aunque tras el pronunciamiento del tribunal se siente respaldada, no cree que los habitantes de El Gordo cambien de opinión tras esta decisión. «La ignorancia es atrevida. Ojalá reconozcan que yo tenía razón, pero creo que van a seguir diciendo que si yo no hubiera estado ahí eso sería un paraíso y la riqueza se habría desbordado por el pueblo», explica, y recuerda que «lo único» que hizo fue «intentar defender un espacio protegido para su uso y disfrute, para que ellos pudieran disfrutarlo».
Además, tras haber conseguido vender la casa que tenía en El Gordo —lo único que la seguía uniendo a este pueblo extremeño— no ve motivos para regresar. «Ya no quiero ni ver el pueblo. Mi intención es no pasar por ahí absolutamente para nada. Como si no existiera», dice con cierto enfado tras recordar los años que pasó viviendo ahí. «Aunque de día y a la cara no sufría amenazas sí las sufría de noche. No tengo un buen recuerdo. No tengo cariño ni al pueblo ni a su gente», sentencia.
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