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CELESTINO J. VINAGRE cvinagre@hoy.es
Domingo, 20 de junio 2010, 10:47
Hace quince días volvió a Extremadura, como suele hacer una vez al mes. Esa es una sana costumbre que ni su despacho en Madrid ni su alta responsabilidad le ha hecho cambiar. Celestino Corbacho Chaves no lo hizo en función de su cargo sino por una cuestión mucho más humana. El emigrante extremeño que alcanzó un ministerio vino a ver a su hermano Bernardo, enfermo, que será tratado de una dolencia coronaria en Barcelona. Una preocupación más para Corbacho, un hombre, coinciden quienes le conocen, tenaz, cercano y vitalista al que los problemas se concentran en una cifra temible, 4,6 millones, el número de parados registrados en España. Esta semana, este valverdeño catalanizado ha cerrado la reforma laboral tras dos años de conversaciones fracasadas entre patronal y sindicatos.
«La reforma laboral no crea empleo por sí mismo pero evita que se siga destruyendo», ha dicho para evaluar lo que ha sido la última patata caliente que le ha tocado lidiar a una persona procedente de una familia muy humilde y acostumbrada a los retos. A los 14 años, Celestino Corbacho dejó Valverde de Leganés para ganarse la vida en Barcelona. Allí fue a la aventura, sin la placidez de lo seguro. Empezó trabajando en una imprenta mientras en sus horas libres atesoraba conocimientos. Fue la manera de formarse, porque no llegó pisar la Universidad, circunstancia que bien se encargó en pregonar la derecha política y mediática española para descalificarlo como titular de Trabajo.
La trayectoria de Corbacho le ha colocado en los principales puestos de responsabilidad pública y política de Cataluña. «Se lo ha ganado a pulso con una impresionante voluntad de aprender», resume su amigo Ramón Ropero, vicepresidente de la Diputación de Badajoz y alcalde villafranqués. Con él, Corbacho ha compartido labor en la Federación Española de Municipios y Provincias. «Sabía que iba a ser ministro, pero me equivoqué de cartera», añade Ropero, quien lo colocaba, por su perfil municipalista, al frente del Ministerio de Administraciones Públicas.
Tras catorce años de alcalde, con tres mayorías absolutas, en la segunda ciudad catalana, Hospitalet de Llobregat, y presidente de la poderosa diputación barcelonesa, Celestino Corbacho es un referente del socialismo catalán, donde lidera la corriente más socialista que catalanista. Es hombre de confianza del presidente de la Generalitat, José Montilla y amigo de José Blanco, ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE.
En abril de 2008, Zapatero le encargó dirigir un departamento al que la brutal crisis económica ha convertido en un regalo envenenado. Ser ministro de Trabajo e Inmigración le sitúa en primer plano público, algo que Corbacho sabe gestionar. Se desconoce cómo, pero lo cierto es que los dardos principales se los está llevando más el presidente del Gobierno que él.
Es lo que da dedicarse más de 30 años de su vida a la cosa pública. Ante los rumores de cambio de gobierno que podían afectarle, el extremeño no dudó en afirmar el viernes pasado que, cuando Zapatero le llamó para ser ministro, «tardé 30 minutos en hacer la maleta para venir a Madrid». Ahora, si le llama para decirle que se debe ir, con «15 minutos me sobra» para volver a hacerla y regresar a Hospitalet.
«Celestino se ha pasado horas y horas en reuniones con los empresarios y los sindicalistas. Pública y privadamente, porque incluso se los ha llevado a comer a su casa. Tenía claro que debía haber reforma laboral, de la misma manera que intuía que el acuerdo era difícil. Pero no se ha rendido nunca y el último intento fue 'el encierro' de las tres partes en el Ministerio hasta las 6 de la madrugada», recuerda un conocido. No surtió efecto y a Corbacho le ha tocado tomar la decisión por decreto, aunque ahora se tramite como ley en el Congreso.
Quienes comparten conversación y mantel con él -es un enamorado de las dos cosas, singularmente de la gastronomía extremeña- reafirman en que el ministro «está preocupado pero no abatido. Sabe que tiene una responsabilidad que cumplir». Aficionado a las caminatas y ayudado por la complicidad constante de Carmen, su mujer, el que fuera regidor del municipio catalán símbolo de la emigración extremeña y andaluza sigue siendo un corredor de fondo.
Allí, en Hospitalet, hizo el milagro de ordenar la inmigración. Ahora su reto es más grueso, bajar la sangría del paro en la crisis más dura que sufre el mundo en los últimos decenios. También se atisba dificultades con el sistema público de pensiones. Visto lo visto, la duda es si Celestino Corbacho va a tener otros dos años de margen para gestionar.
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