Tiempo de música y dehesa

Músico y pintor, Felipe Campuzano es artista por vertiente doble. Lo que pinta lo convierte en música y eso es lo que quiere hacer ahora con el Parque Nacional de Monfragüe, ponerle color sobre el lienzo para después traducirlo sobre el pentagrama. «Esos paisajes extremeños, que son una auténtica maravilla», dice.

Un trabajo ya hilvanado, que sin duda será el contraste perfecto a su trabajo 'Música y poemas para la mar', una de sus emblemáticas obras, dedicada a S. A. R. Don Juan de Borbón, que se acaba de reeditar por su 50 aniversario artístico.

Melomanizar la dehesa es uno de los proyectos que maneja para sus bodas de oro profesionales. Uno de los motivos que le han traído a Extremadura, invitado por la profesora de la Escuela de Música de Plasencia Puerto Martín, que le admira desde siempre, desde que tuvo uso de razón y quiso dedicarse profesionalmente a la música. «No sólo es un artista excelente, sino también un genio en el más amplio término de la palabra», dice cuando se refiere a él.

«Una de las mejores profesoras que he conocido en mi vida. ¡Y mira si habré conocido!», replica el compositor cuando se le pide que hable de ella; entre las virtudes que le atribuye están su paciencia y tremenda vocación. «Una cosa es practicar la música y otra amarla. Puerto la ama, aunque tenga que practicarla y esa es la diferencia entre ella y tantos mediocres como hay en este mundo».

A Campuzano le gusta Extremadura. La considera «la novena provincia de Andalucía» y que se encuentra muy a gusto cada vez que la visita.

El maestro gaditano aprovechará además su estancia para fijar conciertos. Por el momento, adelanta que en Trujillo se le podrá ver la próxima primavera, pero su intención es cerrar cita al menos también en Cáceres, antes de marcharse a la gira que le llevará durante semanas por Sudamérica y Japón, donde le espera un calendario de conciertos de alto nivel.

Más reconocido en Oriente

«Me siento más reconocido estatalmente y más protegido en Oriente que en Occidente», dice el pianista cuando hace balance de este medio siglo dedicado a la composición y la interpretación. Echa mano también del sentir popular para referirse a España «como una madrastra de sus hijos, a los que destierra al olvido para luego glorificarlos cuando se mueren».

Consideraciones que traslucen resquemor, malestar por un reconocimiento a tantos años de trabajo que no llega. «No tengo siquiera la Medalla de Andalucía, a pesar de haber interpretado con la gran Victoria de los Ángeles».

Los alumnos de la Escuela de Plasencia han tenido la suerte de conocer de cerca al artista, capaz de sacar lo mejor de las teclas. Su maestría quedó clara también a mediodía de ayer, cuando Campuzano posó sus manos sobre el piano del Hotel 'Alfonso VIII' para exprimirle hasta su última nota.