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ZURIÑE ORTIZ DE LATIERRO
Domingo, 21 de abril 2013, 02:18
Con su insistencia en imputar a la infanta Cristina y las querellas contra el extesorero del PP han despistado. ¿Pero no eran un pseudosindicato a la caza de políticos y personalidades de la izquierda y el mundo nacionalista? ¿La Corona no era intocable? Aquí está Virginia López Negrete para desmentir lo primero y lo segundo: «De pseudo, nada. Somos sindicato y asociación. Tampoco nos escoramos en política: estamos en los EREs de Andalucía y contra Bárcenas. Y la Corona no es intocable. Hay prueba de cargo para que la infanta declare, por supuesto. Yo antes era monárquica. Ahora, no. Esta Casa Real es una vergüenza. Lo digo así. También he sido votante del PP. Y ahora, no. Lo están haciendo mal. Ellos siguen con sus privilegios y no aterrizan en el pueblo».
Eso trata de hacer Manos Limpias, que es más social que en sus orígenes, y está omnipresente en sumarios judiciales que acaban en titulares. Urdangarin, Gürtel, Barcenas, Madrid Arena, Oriol Pujol... y esta semana Ada Colau, la portavoz y cofundadora de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). El lunes la denunciaban en la Fiscalía General del Estado por considerarla autora de amenazas y coacciones a los diputados, en relación con los escraches promovidos por este colectivo. «Cada día me parece mejor que los ciudadanos se levanten, pero los escraches son intolerables», distingue López Negrete.
Lo que medio país se pregunta es de dónde sacan el dinero, el tiempo y otros recursos para moverse con esa agilidad en los juzgados ante cualquier asunto de trascendencia pública, personándose con sospechas que las partes directamente afectadas no plantean. Ejercen siempre de acción popular y no tienen a abogados en nómina. La estructura empieza en su secretario general y fundador, Miguel Bernard Remón, y acaba en la secretaria. Colaboran de manera habitual «menos de cinco letrados», entre los que se encuentra Montse Suárez. Como Virginia, cada vez más habitual en los platós de televisión. Los procuradores son también voluntarios, aunque a estos les suelen dar algún pellizco de lo que ingresa la asociación vía donativos y cuotas. No hay muchos más nombres, ni cifras. Tanta discreción...
- ¿Qué intereses representan?
- No somos extrema derecha, como nos llama el 'lobby garzoniano'. Representamos el interés publico. La gente ha vivido con una venda en los ojos. Y hay que quitársela. No podemos vivir con tanta, perdón, mierda. Es cierto que nuestro fundador militó en Fuerza Nueva, pero como miles de españoles lo hicieron en la extrema derecha y en la izquierda.
- Resulta extraño que los abogados no cobren un euro. ¿De qué viven?
- De nuestros casos privados, particulares. Mis honorarios son cero. El sindicato no tiene economía. Los únicos ingresos son la cuota de los afiliados de 60 euros al año, lo que saca Miguel con la venta de lotería de Navidad y algunos donativos.
- ¿Les llega para pagar el alquiler de la sede?
- Es una oficinita, de muy poca renta, que la ha pagado Miguel de su bolsillo. Sorprendente, pero real. No recibimos ni un solo euro público.
Garzón y Atutxa
Virginia y Montse, jóvenes y mediáticas, le han quitado naftalina a la imagen de un colectivo que hasta hace unos meses solo se le identificaba con su fundador, letrado del Ayuntamiento de Madrid y delfín de Blas Piñar. Miguel Bernard, imputado recientemente por chantaje y estafa, militó en Fuerza Nueva y en el Frente Nacional. Soñó con alumbrar un partido de hechuras similares a las de la formación francesa de Le Pen. Pero se estrelló en las elecciones europeas de 1994. Un año más tarde fundó Manos Limpias -su presidente honorífico es Francisco Jiménez Luis, afín a la extrema derecha- para luchar «siempre por la defensa del orden constitucional de nuestro país, frente a los movimientos separatistas que pretenden disgregarlo».
En este campo ha ganado una de sus pocas batallas, porque pese a prosperar el 80% de sus demandas, muy pocas acaban en condena. Hace cinco años, Bernard consiguió que el Tribunal Supremo inhabilitara al expresidente del Parlamento vasco Juan María Atutxa y a los exmiembros de la Mesa de esta Cámara Kontxi Bilbao y Gorka Knörr por un delito de desobediencia a la autoridad judicial al no disolver el grupo Sozialista Abertzaleak, antigua Batasuna.
Luego fue a por Garzón. Manos Limpias le llevó a los tribunales por investigar los crímenes del franquismo. El exjuez de la Audiencia Nacional no fue inhabilitado por esta querella, sino por las escuchas del 'caso Gürtel', pero el sindicato logró publicidad en todo el país sin dejar de coquetear con iniciativas conservadoras, como sus denuncias por los «atentados» contra la imagen de las esculturas del Valle de los Caídos, su oposición a la investigación con células madre o su petición al Gobierno para que suspenda el acuerdo Schengen, el que nos permite movernos sin pasaporte por buena parte de Europa.
Miguel Bernard, vallisoletano, conoció hace seis años a una paisana con ganas de pelear y verbo preciso a la que nos hemos acostumbrado a escuchar cada vez que hay revuelo en los juzgados. Virginia López Negrete, directora jurídica de la asociación, lleva personalmente los casos de Urdangarin, Madrid Arena, Afinsa, Caja Madrid... Un menú más variado que en el pasado, apoyado por los más de 6.000 afiliados que sujetan el sindicato. En la organización no facilitan contactos con ellos, pero aseguran que no están adscritos a un sector concreto de población: «Son empresarios, amas de casa, universitarios, obreros, jubilados, jóvenes, gente de la calle normal. No hay un segmento definido, tampoco ideológicamente».
«No son un sindicato»
Es complicado encajarles una definición porque nacieron como central sindical del Ayuntamiento de Madrid, pero luego abrieron la afiliación a «todos los funcionarios del país y después a toda la calle. Aquí cabemos todos». Otra cosa es que el resto les acepte como sindicato, palabra que la Real Academia de la Lengua define como «asociación de trabajadores constituida para la defensa y promoción de intereses profesionales, económicos o sociales de sus miembros». El analista y profesor de Sociología del Trabajo y Relaciones Laborales de la Universidad de Valencia Pere J. Beneyto recuerda que la legislación española señala los mecanismos para acreditar la legitimidad de una central sindical: «Son la afiliación y las elecciones sindicales. En España habrá cerca de 320.000 delegados electos y el llamado sindicato Manos Limpias no tiene ninguno. Se autodenomina sindicato, pero no lo es. Ni celebra elecciones ni está presente en las negociaciones colectivas. De los 30.000 representantes que intervienen en ellas, ninguno es de Manos Limpias. Ello nos permite concluir que esta asociación, legítima, no es sindicato».
En las elecciones sindicales del Ayuntamiento madrileño, un par de miembros de Manos Limpias han figurado como independientes en las listas de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios, CSI-F. Pero su presidente nacional, Miguel Borra, puntualiza que su relación acaba ahí. «No tienen trascendencia laboral, son totalmente ajenos a nosotros. Es una organización atípica, distinta. Su repercusión es política».
Esta misma semana, Manos Limpias ha anunciado la apertura de un nuevo servicio para defender a los afectados por las preferentes. Por algo fue la primera organización en denunciar la estafa de este producto financiero. Pero una cosa es levantar la voz contra bancos y cajas de ahorros y otra contra la Corona. Imputada la infanta, han pedido la retirada del pasaporte diplomático a su esposo: «Nuestra acción en este caso ha levantado ampollas. Pero es que el secretario de las infantas tenía menos indicios y fue imputado en un auto de cinco líneas que nadie discutió. Nosotros vamos a seguir hasta que aguantemos».
Tras fracasar en el lanzamiento de un partido ultraconservador, el letrado del Ayuntamiento de Madrid Miguel Bernard fundó en 1995 el sindicato Manos Limpias. Se «inspiró» en el colectivo italiano del mismo nombre Mani Pulite, referente contra la corrupción en ese país desde los años noventa. Comparten el mismo lema: «Allí donde exista un delito debe haber alguien capaz de denunciarlo». Bernard militó en Fuerza Nueva y no oculta su admiración por Blas Piñar.
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