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La polémica dieta del delfín lleva rondándonos años. Se basa es las tesis de un veterinario entrado en años que escribió un libro al respecto ... en el que decía cosas como que los delfines son los mamíferos que disfrutan de un mayor consumo de oxígeno, lo que les permite vivir relajados y risueños, por lo que debemos imitarlos. Y dicha imitación pasa, según sus controvertidas teorías, por consumir agua de mar, que él considera el nutriente más completo de la naturaleza después de la leche materna.
Por eso invitaba a ingerir medio litro diario rebajado con agua dulce (dos parte de agua de mar por cinco de agua dulce), lo que reduciría el hambre y la ansiedad... y nos haría adelgazar hasta dos kilos por semana. Algo contra lo que se han posicionado numerosos profesionales, que advierten de los perjuicios para la salud que conlleva seguir estos consejos. No obstante, con la primavera a la vuelta de la esquina y el ansia por adelgazar de cara al buen tiempo, todavía hay personas que se apuntan a probarla. De hecho, hay variantes que ahora mismo son tendencia en TikTok. Pero, ¿funcionan?
Los expertos destacan, para empezar, que el agua potable necesita pasar controles y tener unos requisitos que el agua marina no cumple. Hay muchísimos microorganismos que pueden enfermarnos y, de hecho, a veces al analizar el agua de las playas se detectan restos fecales. Pero al margen de este tipo de contaminación, lo cierto es que el organismo humano no está preparado para procesar agua marina debido a su elevada concentración de sal: unos 35 gramos por litro, cuando en nuestra sangre apenas encontramos 9 gramos por litro.
La ciencia no admite muchas ambigüedades en este sentido: teniendo en cuenta que nuestros riñones filtran el exceso de sal junto a las toxinas del torrente sanguíneo y que solo pueden producir orina con una concentración salina máxima del 2%, en caso de beber agua de mar estaremos sobrecargándolos: nuestro cuerpo necesitará excretar más agua de la que consume para eliminar el sobrante de sodio, lo que provoca una deshidratación acelerada. Ésta se inicia mediante el proceso conocido como ósmosis inversa, cuando las células se encogen al liberar agua para intentar equilibrar la concentración de sal en el organismo. Entonces, los riñones tratan de filtrarla mediante la orina, llegando a extraer agua de otros tejidos para diluirla.
Entre los síntomas aparejados a la deshidratación, la prestigiosa Clínica Mayo señala que tomar agua de mar puede producir sequedad de boca y piel, dolor de cabeza, mareos, un aumento de la frecuencia cardíaca y una orina concentrada, de color muy oscuro y en poca cantidad. En último término, quien abuse del agua de mar puede padecer infecciones de orina, cálculos renales e incluso «un colapso renal fruto de un desequilibrio electrolítico extremo», explican desde la institución médica. Esto último afecta a la transmisión de señales eléctricas entre las células, lo que puede derivar en confusión, alucinaciones, cambios de humor y convulsiones que, sin el debido tratamiento, pueden hacer que la persona entre en coma e incluso muera. Obviamente, esto ocurre si la ingesta de agua salada es grande.Pero a pequeña escala ya causa alteraciones.
Llegados a este punto, podríamos preguntarnos qué ocurre entonces con el agua de mar embotellada que podemos encontrar en algunos supermercados: la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) autoriza su comercialización tras unos estrictos controles sanitarios, de depuración y filtrado, lo que nos hace hablar más bien de sal yodada disuelta en agua. Así que lo de beber agua de mar con fines adelgazantes... cuidado, aunque sea poca.
Desde luego, añadir sal al organismo no parece la idea del siglo. Ni siquiera la de meter agua de más al cuerpo. Los expertos recuerdan la importancia de consumir justo la cantidad necesaria. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda beber 35 mililitros de agua diarios por kilo de peso corporal, lo que admite variaciones entre individuos según el clima donde residan, las enfermedades que padezcan o la cantidad de ejercicio físico que lleven a cabo: a más sudoración, sea por el motivo que sea, más debe aumentarse la ingesta.
Especialmente en deportistas de alto nivel y asiduos a las pesas, se han dado casos de hiponatremia: beber tanta agua que los niveles de sodio en la sangre rozan mínimos peligrosos. La Clínica Mayo enumera en este caso síntomas como náuseas y vómitos, dolores de cabeza, desorientación, pérdida de energía, somnolencia, irritabilidad, calambres musculares e hinchazón de pies, manos y cara.
Desde luego, descartar dietas milagro y procurar el equilibrio hídrico de nuestro cuerpo es la única garantía para permanecer sanos. Observar el color de la orina para aseguramos de que estamos ingiriendo suficientes litros (cuanto más clara, mejor) es un consejo más adecuado que el típico 'bebe cuando lo necesites'. Normalmente, la sensación de sed aparece cuando estamos ya ligeramente deshidratados, por lo que es mucho mejor anticiparse y beber sin sed.
El cloruro de sodio presente en el agua marina resulta tóxico para nuestros amigos caninos, quienes después de ingerirla podrían manifestar vómitos, diarrea, mareos, desorientación, sed e incluso una pérdida del apetito. En este sentido, desde el seguro para mascotas Kalibo recomiendan llevarlos al veterinario si sospechamos que han bebido en gran cantidad («si solo ha metido la lengua en el mar por un instante, no tienes de qué preocuparte»).
En los casos menos graves, los consejos pasan por llevarlo a un lugar con sombra, ofrecerle agua dulce y vigilar su alimentación durante las siguientes 72 horas: «Una dieta blanda ayudará a mitigar las posibles molestias intestinales», explican desde la aseguradora.
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