«Mis hijas no me han dejado dormir aquí, pero mi marido sí ha pasado la noche en casa», decía esta mañana Alberta Rodríguez, que lleva 52 años viviendo en las casas bajas que hay junto al aparcamiento de caravanas de Badajoz.
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La mayoría de ... los vecinos de esta zona, pese a las recomendaciones, no abandonaron sus hogares. «No se ha ido nadie de los que viven aquí», aseguraba Rodrigo Aliseda, que equipado con unas botas de goma altas sacaba agua y barro del patio trasero de su casa sobre las diez de la mañana de este miércoles.
Alberta rodríguez
Vecina del Camino Viejo de San Vicente
Álvaro González
Vecino de Las Moreras
El río no llegó hasta el inmueble, se quedó a escasos tres metros, pero la crecida hizo que rebosara agua de una de las canalizaciones, por lo que Rodrigo ha pasado buena parte de la mañana afanado en tareas de limpieza. Él no vive en esa casa, pero tiene allí a los perros. «Vine cuando empezó a subir el río y moví a los animales a la parte de arriba», rememoraba sobre la pasada noche.
Pero no se fue a casa. Continuaba lloviendo y la preocupación crecía. «Estuvimos aquí hasta las dos y media de la mañana, nos decían que iban a abrir la presa de Villar del Rey y temíamos que el río siguiese subiendo; cuando vimos que bajaba nos fuimos», añadía.
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Fue sobre las diez y media de la noche cuando el agua estuvo más cerca de las construcciones. En algunas zonas salió del parque del río. «Yo no recordaba algo así desde que canalizaron el río», detallaba Isidro Gallego.
Una fecha concreta daba Alberta a la puerta de su casa: «Hace 43 años que no se vivía nada parecido; me acuerdo porque una de mis niñas estaba recién nacida», comentaba mientras su sobrina Pilar, que había ido a ver cómo habían pasado la noche, asentía por detrás.
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Por suerte, en esa ocasión, el agua no llegó a entrar en las casas.
En la zona de Las Moreras el agua se quedó un poco más lejos. Aunque los vecinos han estado muy intranquilos. «No hemos dormido nada, han estados los militares toda la noche pasando por la calle», manifestaba Carmen Pérez, que vive muy cerca de una de las puertas que dan acceso al parque del río. «Al final recuerdas las otras riadas y lo pasas mal; desde esa ventana se ve el río», añadía señalando hacia el interior de la vivienda.
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Ella, que lleva toda la vida en barrio tuvo que ser rescatada en una de las crecidas del Guadiana cuando iba a la escuela. También se acuerda de otras situaciones similares Álvaro González, otro vecinos de Las Moreras. «Hacía mucho tiempo que no sucedía y el agua no se ha acercado mucho, pero tengo un niño pequeño y te acabas poniendo nervioso», aportaba.
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En la tienda de comestibles del barrio las lluvias y la crecida centraban la gran mayoría de las conversaciones. «Por suerte aquí no ha pasado nada, peor lo han pasado en La Roca de la Sierra y en otros lugares», apuntaba el propietario del negocio. «Ahora lo que hay que hacer es ayudar a la gente que ha perdido sus casas y sus animales», apostillaba.
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