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Termina con el peor final posible la temporada más dura de los últimos tiempos para el Badajoz. Con el equipo continuamente en el alambre y un final de camino tortuoso que terminó por abocarle al precipicio.
Ha sido la temporada de las dos propiedades, del concurso de acreedores, de los tres entrenadores, del despropósito de los dos principales filiales que acabaron descendidos, de la renuncia del Femenino y de una planificación deportiva desastrosa. De ahí este sufrimiento angustioso hasta el último suspiro. Ni una semana tranquila. El equipo blanquinegro ha viajado en una montaña rusa constante. Casi siempre en los últimos vagones, pero por momentos con las sensaciones y esperanza de poder engancharse a la primera fila. Pero entre unas cosas y otras seguía haciendo la goma y terminó por asfixiarse. Le costaba coger la rueda cuando el calendario se ponía en pendiente y su bajada fue vertiginosa. Pero ahí estaba su afición a pie de cuneta para darle ese bidón de oxígeno con el que resistir. Y esa ha sido la característica del año, todo un ejercicio de resistencia admirable.
Un año para olvidar en lo deportivo, pero para enmarcar en lo social. Espectacular lo de la hinchada blanquinegra. Lo mejor sin duda del Badajoz esta temporada. Y el mejor sabor de boca para cerrar una campaña difícil y que ni su corazón y empuje pudieorn salvar. En este contexto, mantener la categoría resultaba primordial para no perder esa ilusión renovada de una ciudad volcada. Todo eso se fue al traste tras el pitido final.
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La temporada del Badajoz es digna de guion de serie B. Y el comienzo no pudo ser de lo más inverosímil. Nada menos que firmar la venta del club en la cárcel. El traspaso de las acciones de Joaquín Parra (Feverstone SA) al grupo de Oliver (Lanuspe SL) tuvo que ser autorizado por el juez de Málaga y sigue judicializado hasta que se cumplan todos los plazos de pago en septiembre de 2025. El empresario navarro se apuntó a esa tendencia del fútbol español por el capital mexicano y se trajo un socio al que colocó al frente del consejo de administración.
Arrancaba así el curso con una bicefalia en los despachos y dos técnicos en el banquillo a las primeras de cambio. El club declaraba el concurso de acreedores y se nombraba un administrador concursal. El grupo de Oliver y el mexicano de Orantes iban con el paso cambiado. La tensión se hacía cada vez más evidente y al final precipitó la salida del empresario navarro. Atlantic Capital asumía todo el control accionarial y las aguas parecían calmarse. Eso sí, plantilla y empleados seguían cobrando al día bajo la estricta supervisión del administrador.
Isaac Jové era historia en la sexta jornada y Salmerón tomaba las riendas para reconducir la nave. Su comienzo fue esperanzador, pero también los resultados terminaron por devorarle y llegó un tercer entrenador. David Tenorio apeló al plano emocional para recuperar un vestuario deprimido y sumido en la ansiedad. Desde el otro lado del Atlántico, José Luis Orantes confiaba la gestión a sus socios Víctor Arana, con presencia directa en el club, y Guillermo Ritchey, este último representado en el día a día del Nuevo Vivero por Miguel Leyva, y daba plenos poderes a Diego García como director general, que había llegado de avanzadilla como mano derecha de Oliver en medio del rechazo y crispación.
El Badajoz tenía dos frentes abiertos en los que se jugaba su futuro, el deportivo y económico. Tenorio ha sabido reconducir al equipo en los terrenos de juego y tampoco pudo obrar el milagro de caer al pozo de Segunda RFEF. En el plano institucional, el club sigue adelante con las negociaciones para firmar un convenio de acreedores sobre el que se sustentará su viabilidad. Dos pilares básicos para la supervivencia.
Con un pasado reciente repleto de playoffs de ascenso, asimilar la nueva realidad se hacía difícil de digerir en el Nuevo Vivero. Pero poco a poco la grada fue tomando conciencia de lo que estaba en juego y acudió en masa a su auxilio. Una movilización pocas veces vista antes, que ni la decepción ante la amenaza del descenso pudo frenar. En el último partido en el Nuevo Vivero se dieron cita 13.348 aficionados, la mejor entrada de siempre en partido de liga e incluso superando eliminatorias por el ascenso. Y a Córdoba se desplazaron quince autobuses. Con su aliento infatigable contuvo la respiración en los peores momentos y mantuvo el pulso de su equipo en su lucha por la permanencia. Ahora esa ilusión se puede echar a perder por el desagüe de un descenso. Esta afición no se merece este final.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
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