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Viernes, 2 de noviembre 2018
Silencio solo roto por los aplausos. Así fue la llegada del féretro de Juan Francisco Lozano a la iglesia de Santiago de Don Benito, su localidad natal, donde fueron arropados familiares, amigos y allegados en su despedida. Un silencio que también se rompió con su llanto incontenible. El rostro de sus dos hijos, un niño y una niña, reflejaba el pesar de una familia rota que no podía imaginar que un noble gesto iba a acabar con la vida de su padre.
Miradas similares de tristeza inundaban la siempre alegre plaza de España, donde muchos aún no podían creer lo que había ocurrido. Entre ellos, los compañeros de Juan, como era conocido por todos. En sus 25 años de servicio, dejó huella en el cuartel de Don Benito, pero también en el de Zarauz, donde llevaba ya varios años.
En los dos lugares encontró amigos, que ayer no podían contener la emoción a las puertas de la parroquia. Muchos de ellos no dudaron un momento en emprender el largo viaje desde el País Vasco para brindarle un último adiós.
«Siempre hizo bien su trabajo, era muy disciplinado y entregado, un compañero excepcional que además era muy querido en el pueblo, donde se integró perfectamente también con compañeros de la Policía Local y la Ertzaintza que han sentido su pérdida», era el sentir general de los alrededor de veinte compañeros desplazados desde el cuartel de Zarauz. «Él hizo lo que tenía que hacer y, desgraciadamente, no era la primera, pero sí la última vez», lamentaban.
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La iglesia se quedó pequeña para celebrar una misa breve pero emotiva que terminó entre aplausos, antes de dar paso de nuevo al silencio en la calle. A la salida del féretro, portado por agentes de distintos cuerpos de seguridad del Estado, el sonido que acompañaba era el himno de la Guardia Civil cantado a viva voz por sus compañeros situados en un pasillo a la salida del templo. Acto seguido, ya con la letra de 'La muerte no es el final', el himno de homenaje a los caídos, descendían las escaleras con sus familiares a las puertas del templo.
Entonces, ya nadie aplaudió y nada pudo romper el silencio en el momento en el que sus dos hijos recibían en sus manos el tricornio y la bandera de España, símbolo y reconocimiento de la labor que su padre había realizado en sus años de servicio.
«Veinticinco años sirviendo a los ciudadanos, en una larga trayectoria en la que incluso estuvo en Protección de la Naturaleza, actualmente trabajaba en Seguridad Ciudadana. Ahora son momentos en los que hay que arropar a la familia y a esos dos hijos que deja», decía Manuel Rubio Leal, encargado de comunicación de la Guardia Civil en Badajoz. «Hay mucho pesar en Zarauz y en Don Benito».
Diferentes autoridades extremeñas tanto políticas como militares asistieron al funeral, entre ellas, el subdelegado del Gobierno en Extremadura, Francisco Mendoza; la consejera de Economía e Infraestructuras, Olga García; el general de la Guardia Civil en Extremadura, Francisco Espadas; y el alcalde de Don Benito, José Luis Quintana, así como varios concejales del equipo de Gobierno. «Una muerte absurda y sin ningún sentido», lamentaba el primer edil dombenitense, que recordaba al fallecido y su familia como «personas humildes y trabajadoras, él ha demostrado hasta el último momento que su vocación era ayudar a los demás».
El coche fúnebre se marchó de la plaza de España en torno a las 12 del mediodía entre los vivas a la Guardia Civil que de forma espontánea se escuchaban por parte de los vecinos y que fueron la última muestra de cariño hacia familiares y compañeros.
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