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La foto que ilustra este reportaje no es una más para su protagonista. «Recoge el momento más feliz de mi vida», confiesa ella. Se la ... hicieron el pasado 21 de noviembre, y aparece posando en las escaleras de la entrada principal al Tribunal Supremo, en Madrid. Ese día, Cristina Bohoyo Díaz, de Badajoz, acabó los exámenes de la oposición de jueza. Y la aprobó. Sueño cumplido. Y vida resuelta. Con 29 años.
«Sí, siempre quise ser jueza», dice la joven. «Bueno –matiza–, de niña quería ser veterinaria, luego pensé en ser periodista y más tarde bióloga, pero en cuarto de la ESO, cuando me preguntaron qué especialidad del Bachillerato quería cursar, ya dije que tenía claro que quería estudiar Derecho para ser jueza».
Conseguirlo le ha costado siete años de estudio, aunque «en realidad –cuenta ella–, empecé en serio en el 2019, y los anteriores los dediqué sobre todo a redactar temas, sin llevar esa vida de horas y horas de estudio que necesitas para preparar una oposición como esta».
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La de jueza, una de las más difíciles de cuantas se convocan en España, consta de tres fases. La primera es una prueba tipo test, y las otras dos son exámenes orales, el primero de Derecho Constitucional, Civil y Penal, y el otro de Procesal Civil, Procesal Penal, Laboral, Administrativo y Mercantil. Los orales se hacen en el Supremo, ante un tribunal integrado por magistrados, fiscales o abogados del Estado, entre otros profesionales de la judicatura, en una escenografía que sitúa en el centro al opositor y que puede llegar a impresionar.
«Es una situación de estrés, que conviene afrontar con una cierta preparación psicológica», apunta la nueva jueza, que está particularmente agradecida a Laura, su psicóloga. «Con ella aprendí técnicas para controlar la ansiedad que me han ayudado mucho», agradece Bohoyo, que cita también a su familia y a su preparador, el magistrado extremeño José Antonio Patrocinio Polo. «Es fundamental tener un buen preparador –aconseja ella–. Debe ser alguien que te valore y motive de forma sana, sin presionarte con plazos, temas y tiempos, que sepa poner por delante de todo tu salud y que te ayude a llegar al momento del examen con calma».
De hecho, elegir un buen preparador sería el primer consejo que la nueva jueza daría a quien esté planteándose hacer la oposición que ella ha aprobado de forma brillante, al quedar en el puesto 48 de 120 (76 de 200 si se añade a quienes han obtenido plaza como fiscal). «También es importante –continúa– el entorno familiar, que sea tranquilo y estable. Y un ambiente de estudio sin ruidos». Una última recomendación, añade: «Que tu vida no empiece y termine únicamente en la oposición, sino que mantengas tus aficiones y hagas otras cosas aparte de estudiar».
En su caso, se reservó como vía de escape diaria el deporte. En los últimos meses, la rutina de Cristina Bohoyo empezaba a las ocho de la mañana, tomándose un té con su madre. «De ocho y media a diez y media, estudiaba, y de diez y media a once, paraba para desayunar –detalla la joven–. De once a dos estudiaba, descansaba para comer de dos a tres, de tres a tres y media me echaba la siesta y a las tres y media me ponía a estudiar. Hasta la hora de ir al gimnasio, que variaba según el día. Me autoimpuse ir al gimnasio los lunes, martes, jueves y viernes. Y al volver a casa, seguía estudiando, algunos días hasta las diez de la noche».
Y así durante varios meses, en un sacrificio que ha merecido la pena. «Yo tengo buen recuerdo de mis años como opositora, salvo el último, que sí ha sido más duro», resume la extremeña, que el pasado día 9 empezó su año de formación –en rigor, once meses– en la Escuela de Práctica Jurídica en Barcelona. Ahí permanecerá hasta diciembre, cuando empezará la siguiente estación: seis meses de prácticas tuteladas, de la mano de un magistrado tutor.
«Elegiré como destino Badajoz», adelanta Bohoyo, que tiene claro que quiere ejercer en su tierra. «Quiero ser jueza en Extremadura», dice sin dudar un segundo cuando se le plantea dónde le gustaría trabajar. «La presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, María Félix Tena, nos recomienda siempre a los que empezamos que nos quedemos en la región. Y en mi caso, tengo claro que es mi deseo. Yo aprecio mucho la tranquilidad, y Extremadura me da una tranquilidad y una seguridad que no he encontrado en ningún otro sitio. De hecho, de los compañeros de la Escuela de Práctica Jurídica que son extremeños, casi todos piensan igual y quieren ejercer en nuestra comunidad».
El escenario ideal incluiría dedicarse a la jurisdicción social, que es su preferida, en contra de lo común entre los nuevos jueces, que suelen preferir el ámbito penal. Cuando se ponga la toga y empiece a firmar sentencias, tendrá que lidiar con un elemento que según cuenta, le resulta familiar: la responsabilidad. «No me da vértigo la responsabilidad que acompaña al trabajo como jueza –asegura Bohoyo–. Desde chica he asumido cargos, en el instituto y en la facultad, como representante de mis compañeros. Está claro que no es lo mismo, pero no siento vértigo por empezar a ejercer como jueza».
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