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leticia gallego
Martes, 27 de junio 2017, 17:16
«Un susto difícil de olvidar». En ello coinciden muchos de los extremeños que quedaron atrapados en Matalascañas y Mazagón por el corte de las carreteras debido al incendio de Moguer. El balance de desalojados ascendió a más de 2.000 personas entre Mazagón, Almonte, El Rocío y Matalascañas.
Las primeras escenas de pánico se vivieron el sábado por la noche en un hotel de Mazagón, donde que se encontraba alojado Sergio Rodríguez, un vecino de Pueblonuevo del Guadiana que llevaba allí varios días de vacaciones junto a su mujer y la hija de esta. El fuego se declaró a las 21.30 horas del sábado en el paraje de La Peñuela y a medianoche ya se podía visualizar desde este alojamiento.
Sus vacaciones transcurrieron de manera tranquila hasta que, sobre las 00.15 horas, Sergio subió a la habitación para ver la television. Rodríguez se asomó al balcón, vio muchas luces en la carretera y sospechó de que algo raro pasaba. Fue entonces cuando miró a lo lejos y vio el fuego. Su familia era su mayor preocupación, así que las tranquilizó y les dijo que lo esperaran en la habitacion.
Sergio bajó a recepción y ya estaban informando de que el fuego estaba cerca, pero había que mantener la calma. «La recepción era un caos. Había muchos niños llorando y gente con la maleta hecha dispuesta a irse de allí», reseña. Eran las 12.30 de la noche y el fuego cada vez avanzaba más hacia Matalascañas.
«Hablé con varios agentes de la Guardia Civil y me dijeron que el sitio más seguro era la habitación, pero ya era tarde porque la gente quería irse. El pánico se apoderó de todo aquello en cuestión de minutos», explica Sergio.
El hombre relata que antes de la una de la madrugada ya les informaron que estaba cortada la carretera que iba desde El Parador a Mazagón. «No me gustaba la situacion y el humo era cada vez mas denso. La cara me quemaba y me costaba respirar. Al salir del hotel ya olía bastante a humo», destaca.
Sergio volvió a recepción y se encontró con lo peor: había que desalojar el hotel. «Hubo gente que dejó dentro las maletas y se marchó con lo puesto», comenta.
Los turistas fueron evacuados a la playa, pero Sergio quería irse de allí cuanto antes. Finalmente, pudo abandonar la zona sobre las 3 horas de la madrugada con el susto en el cuerpo y sin saber lo que podría encontrarse en la carretera. «A las afueras de Mazagón vi a muchos invitados de una boda haciendo auto-stop para salir de allí, pero no pude coger a nadie», lamenta.
Sergio intentó mantener la calma sobre todo por su familia, pero cuando vuelve a ver las imágenes recuerda la tragedia de nuevo. «Vivimos escenas de verdadero pánico que tardaremos en olvidar».
Este suceso nos ha dejado historias de todo tipo, como la de Eva Cerezo, una vecina de Montijo que se alojó el viernes en el camping de Doñana con el Club de Rugby de Gladiadores de Mérida. El grupo tiene como tradición ir allí el último fin de semana de junio. En total eran 40 o 50 personas -entre jugadores, familiares y amigos- los que querían disfrutar de un fin de semana de playa entre amigos.
Eva no quiso bajar a la playa el sábado por la tarde porque hacía mucho viento y se quedó en la piscina. «Sobre las 21.30 horas ya se podía ver el humo desde la piscina del camping, pero nadie nos dijo nada y pensamos que era un incendio sin más importancia», cuenta Eva. Todo parecía normal pero, mientras tanto, el fuego avanzaba fuera muy rápido.
Ya por la noche, Cerezo se fue a dormir y sobre las 00.45 horas se fue la luz en su cabaña de madera. Fue entonces cuando la llamó una amiga que estaba al lado para decirle que tenían que irse. «La noticia ya había corrido como la pólvora y la gente estaba desesperada», aclara Eva. Su grupo decidió bajarse a la playa porque sabían que allí estarían seguros. «Estando tan reciente lo de Portugal no queríamos irnos sin saber lo que estaba pasando, así que cargamos la mochila con lo justo y nos bajamos a la playa», revela.
El grupo regresó al camping sobre las 4 horas de la madrugada y a las 5.30 horas se despertaron sobresaltados por la megafonía: había que desalojar el camping. «Ya había mucho humo en el recinto y nos picaba la garganta. Los niños chillaban y la gente estaba desesperada», explica a HOY ahora mucho más tranquila.
Por suerte pudieron volver esa noche a casa, aunque todavía tenían el susto en el cuerpo. Cerezo cuenta que no fueron conscientes del peligro que corrían hasta que no llegaron a casa y vieron las imágenes. «Por suerte podemos contarlo. Viendo todo lo que ha pasado podemos decir que somos unos afortunados», concluye Cerezo.
Una tía de Patricia Zarallo, de Jerez de los Caballeros, es otra de la protagonistas de esta historia. Hace muchos años decidió vender su casa e instalarse en el camping de Doñana donde vivía todo el año junto a su hija y su nieta. «Su cabaña quedó calcinada por las llamas y ahora ha quedado sin casa, sin recuerdos y sin nada», cuenta su sobrina.
Algo parecido le pasó a Julián, un extremeño que había ido a pasar el día a Matalascañas en uno de los autobuses.
Él cuenta que el revuelo comenzó cuando se dieron cuenta de que estaban llegando pavesas y restos de cenizas a los turistas que se encontraban en la playa. Los responsables del autobús les comunicaron que abandonaran la zona porque tenían que volver a casa. «El vehículo llegó a salir hasta la rotonda de Matalascañas, donde la Guardia Civil les informó que la carretera estaba cortada hasta nuevo aviso. Había niños pequeños llorando y la gente estaba muy nerviosa», explica Julián.
Durante tres horas nadie les dijo nada. «La información que nos llegaba de la Policía Local y la Guardia Civil era escasa. Había muchos turistas como nosotros que no tenían alojamiento, nos acercábamos a preguntar y siempre nos decían que todo dependía del viento», asegura.
«Los turistas vivimos momentos de pánico y echamos en falta más información sobre lo que estaba pasando», lamenta Julián.
La mayoría de los turistas que se encontraban atrapados en Matalascañas coincidían en que el incendio de Portugal iba a marcar un antes y un después en este tipo de sucesos. «Sabíamos que lo ocurrido en la ciudad lusa iba a condicionar el modo de actuación en este incendio», explica Francisco Hormigo, un pacense que buscaba disfrutar de un día de playa con los amigos.
Muchos turistas marcharon a su pueblo o ciudad el domingo por la noche, otros decidieron quedarse allí una noche más para evitar atascos y grandes aglomeraciones. Pero de una manera u otra, todos volvieron a casa sintiéndose afortunados de poder contarlo.
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