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La séptima campaña de excavación en el yacimiento de Casas del Turuñuelo arranca en poco más de dos semanas. Si un temporal de lluvias no lo impide, los arqueólogos volverán a desentrañar sus secretos ocultos bajo tierra a partir del próximo 3 de marzo. Durante ... tres meses trabajarán el equipo comandado por Sebastián Celestino y Esther Rodríguez. «Empezaremos donde lo dejamos. En la zona este e iremos bordeando terreno hasta la zona norte», subraya la extremeña, de Villanueva de la Serena. Celestino es también extremeño, de Puebla de Alcocer.
Las sucesivas excavaciones en el Turuñuelo han ido aportado información, estructuras y objetos de primer orden para entender una cultura tartésica de la que hay todavía más leyenda que certezas aunque el trabajo realizado desde el proyecto Construyendo Tarteso ha ido aportando conocimientos valiosísimos. La primera excavación como tal (en 2014 arrancó con un sondeo propiamente dicho) en esta parcela del término municipal de Guareña se realizó en 2015.
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A partir de ese año se iniciaron las campañas de excavación e investigación gracias al dinero público tanto del Gobierno a través del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) como la Junta de Extremadura (entre ambos componen el Instituto de Arqueología de Mérida, al que están adscrito los investigadores) y la Diputación Provincial de Badajoz.
El Turuñuelo estaba en una finca privada cuando se iniciaron los trabajos. Ya es pública, de la Junta, tras un complicado proceso de compraventa que acabó en expropiación.
En 2017 se descubrió una magnífica escalinata que conducía a un patio donde se halló la mayor hecatombe animal documentada de la protohistoria. El sacrificio de más de medio centenar de ejemplares fue impactante. Se hallaron huesos de 41 équidos. La mayoría caballos, pero también mulas y un asno, así como varias vacas, cerdos y un perro.
En la excavación de 2023 se descubrieron las ya famosas caras. «Hasta ahora, hasta estas excavaciones en el Turuñuelo, no había constancia en la cultura tartésica de representaciones humanas a través de figuras, de esculturas. Hoy es la primera vez que las vemos. Se trata de un hallazgo único, extraordinario», indicó Rodríguez.
En la del año pasado, a parte de la puerta este, unas 200 piezas de barro, de distinto tamaño y utilidad: una ánfora que seguramente se usó para almacenar aceite, vasos, platos, algunos deliciosamente decorados, y hasta una cantimplora. Y una placa tallada de pizarra con un grabado que, a simple vista, apenas se percibe pero que también, como las esculturas con rostros humanos halladas el año pasado, son realmente singulares. De los siglos VI o V antes de Cristo.
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