Secciones
Servicios
Destacamos
Llamas de treinta metros y una columna de humo que llegó a alcanzar unos seis kilómetros de alto. Son dos de las características que presentó el fuego declarado el lunes 11 de julio en Cabezo (Las Hurdes) y que en los días siguientes devoró 3. ... 239 hectáreas de monte en la comarca cacereña, en la parte más próxima al límite con Salamanca.
Desde poco después de su inicio y durante amplios periodos hasta su estabilización, fue lo que los técnicos denominan un incendio fuera de capacidad de extinción. Es decir, contra el que no se puede pelear porque hacerlo supondría un riesgo inasumible para el personal del operativo de extinción.
También ocurrió, aunque durante menos tiempo, con el que comenzó el jueves 14 en Casas de Miravete y arrasó 2.854 hectáreas, 480 de ellas en el parque nacional de Monfragüe. Tanto uno como otro fueron por fases incendios convectivos, que son aquellos que surgen si se dan determinadas condiciones atmosféricas, meteorológicas y de disponibilidad de combustible.
En términos generales, lo que les distingue a simple vista de otros incendios más convencionales y menos destructivos es esa columna de humo tan larga que acaba constituyéndose en una nube (pirocúmulos). Hay quien los llama incendios hambrientos, por su voracidad. Una de sus características principales es que lanzan pavesas que crean repetidamente nuevos focos a decenas e incluso cientos de metros del frente principal. Extremadura ha sufrido en los últimos años varios incendios convectivos, que son cada vez más frecuentes en el conjunto de España.
El de Las Hurdes llegó a registrar picos de velocidad de propagación de entre 50 y 60 metros al minuto (unos 3,5 kilómetros a la hora, la velocidad promedio de una persona andando a ritmo normal). Ni este ni el de Monfragüe habrían alcanzado las dimensiones que tomaron si no se hubieran dado unas condiciones naturales excepcionalmente inusuales.
Noticias Relacionadas
Antonio J. Armero
abraham rodríguez burgos
Antonio J. Armero
«En esos días, nuestra comunidad presentó una acumulación de factores meteorológicos que yo no había visto desde que trabajo en el Infoex», asegura Francisco José Domínguez, geógrafo especialista en análisis meteorológico que se incorporó al Plan de lucha contra los incendios forestales en Extremadura en el año 2005. «Ni siquiera en 2009, 2012, 2017 ó 2019, que fueron años climatológicamente malos, llegamos a registrar unas condiciones tan propicias para la propagación de incendios forestales», añade el experto, que detalla algunos datos que avalan su planteamiento.
Cuando se declaró el fuego en Casas de Miravete, en la estación meteorológica de Serradilla (en la misma comarca) no se registraban precipitaciones desde hacía 78 días, «que es mucho tiempo», sitúa Domínguez.
Los registros que él maneja, basados en la información de la Agencia Estatal de Meteorología, aclaran que «este año ha llovido en algunos puntos de nuestra región entre un 40% y un 50% menos de lo normal». Esta ya es un condicionante importante en sí mismo, pero hay que añadir otros factores. «En primavera ocurrieron dos cosas importantes –detalla el geógrafo del Infoex–. Una es que siguió sin llover. Las últimas precipitaciones significativas son del 26 de abril. Y la otra es que se registraron temperaturas excepcionalmente altas. Las estaciones de Badajoz aeropuerto y de Cáceres marcan entre el 6 y el 15 de mayo temperaturas hasta 12 grados por encima de la media, que es una barbaridad, y registran otro pico similar unos días después».
La fórmula de falta de lluvia más temperaturas desproporcionadamente altas da como resultado una vegetación muy seca, y por tanto, particularmente dispuesta para arder. Ocurrió tanto con la vegetación fina (hojas, maleza, arbustos), que resulta clave para que el incendio se forme, como la pesada (árboles), que es de la que se alimenta el fuego una vez que se ha formado.
Pero esa situación de estrés hídrico y altas temperaturas que caracterizó a mayo, se repitió en junio. Y en julio ha vuelto la ola de calor. «Una ola de calor excepcional –amplía Francisco José Domínguez–, porque se ha visto agravada por una dana (depresión atmosférica en niveles altos) que se coloca en el océano Atlántico, al norte de las Islas Canarias, y que arrastra la masa de aire cálido del norte de África hasta Gran Bretaña, que ha registrado temperaturas de récord».
Este panorama de meses sin llover, altas temperaturas y olas de calor seca la vegetación hasta el punto de convertirla en gasolina para los fuegos. Una vez que se prende la chispa inicial, el incendio encuentra en el monte una alfombra roja. Y la usa para crecer y arrasar el paisaje. Y si se forma una columna convectiva, al personal de extinción solo le queda esperar a que haya cambios en los dos factores claves: inestabilidad atmosférica y disponibilidad de combustible.
Es lo que ocurrió en en Monfragüe y sobre todo en Las Hurdes. Y es lo que podría volver a suceder. Porque las olas de calor se suceden –hubo una en mayo y ya llevamos dos en julio–, y sigue sin llover.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.