
A. B. Hernández
Lunes, 31 de marzo 2025, 14:45
«Estábamos en un puesto de chuches, avisaron de que venían los Hilarios, mi mujer y mi hija se encerraron en la casa de ... prima Tania y escuché a mi mujer decir que la niña estaba herida». Iván, de 20 años, y padre de la menor que ha muerto en el tiroteo de San Lázaro, ha contado así esta mañana en el programa de Ana Rosa lo ocurrido la noche del sábado en su barrio.
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Sin poder contener las lágrimas, Iván ha pedido una condena fuerte para los autores de la muerte de su hija. «Ha sido una bala perdida, nos ha tocado a nosotros, tenemos un dolor muy fuerte y pedimos justicia».
El hombre, acompañado por otros familias a las puertas del Anatómico Forense de Badajoz, ha reclamado que lo que le ha ocurrido a su hija no caiga en el olvido y que continúe la investigación policial. «Hay dos escapados, que también estuvieron en el tiroteo», dice el padre y que no se encuentran entre los nueve detenidos hasta el momento.
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«Pedimos justicia», ha insistido Iván, «que después ocurre que salen en cinco años y esto no puede ser; nosotros no hemos tenido la culpa de nada, pero nos han destrozado el corazón».
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Porque «una bala perdida» en el tiroteo atravesó la cabeza de su hija la noche del sábado, cuando miembros del clan de los Hilarios se trasladaron hasta San Lázaro y fueron hasta la vivienda donde reside el hombre con el que el pequeño del clan había tenido un altercado dos días antes, en un puticlub del Puerto de los Castaños.
Fuentes conocedoras de los hechos explican que el motivo del enfrentamiento a tiros entre las dos familias fue esa disputa. En el puticlub trabaja como portero un miembro de la familia de San Lázaro y el pasado jueves impidió que al local accediera el pequeño de los tres hijos varones del jefe del clan de los Hilarios, sobrino a su vez del preso fugado hace más de un mes de la cárcel de Valladolid.
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El pequeño del clan trató de acceder al establecimiento con alcohol y el portero, hijo de una conocida familia también de San Lázaro, impidió que entrara con bebida ajena al local. El rifirrafe terminó en una pelea, «en una paliza al portero», concretan fuentes conocedoras de los hechos, y desencadenó dos días después el tiroteo.
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