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Ana B. Hernández
Lunes, 17 de marzo 2025, 07:57
Psicólogo forense de la Fiscalía y exdefensor del Menor, Javier Urra Portillo (Estella, Navarra, 1957) lleva toda la vida trabajando con menores que tienen conflictos. ... Es por eso una voz autorizada para valorar la tragedia ocurrida en el piso de cumplimiento de medidas judiciales de Badajoz, en el que tres menores de los cuatro que residían en el mismo están implicados en el presunto homicidio de Belén Cortés, la educadora social que les cuidaba.
–¿Se podría haber evitado?
–Sí, con los datos que vamos conociendo, la respuesta es que sí se podría haber evitado. Los chicos no tendrían que haber vuelto al piso.
–Después de su fuga en carnavales.
–Es que no es una fuga, no puede serlo cuando sales de tu casa y ese piso en ese momento es su residencia, no es un centro cerrado. Pero sí, después de su salida en carnavales no deberían haber regresado al piso. Porque está clarísimo que consumieron drogas y clarísimo que cometieron delitos.
–¿Considera que en ese momento falló el sistema?
–Es que cuando regresan de esa salida de carnavales están disparatados y entonces, con que la educadora les dijera que no a cualquier cosa, tenemos un problema. Es como cuando entras en un hospital por un problema determinado de salud, pero durante la estancia en el centro te da un infarto. Ya no te quedan en la planta, sino que te trasladan a la UCI. En este caso es lo mismo. Entre la primera llegada de los menores al piso y la segunda cambia la situación. Deberían haber sido llevados entonces esa segunda vez a un centro de seguridad hasta el juicio.
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–¿Una educadora para atender a los cuatro menores por la noche es una ratio adecuada?
–No, nunca debe estar un profesional solo. ¿Cómo van los policías o los guardias civiles? De dos en dos. Pues en este caso, también. Porque es preciso que cualquier profesional tenga el apoyo de otro para enfrentarse a cualquier situación. No tiene por qué ser ningún conflicto, basta con que uno de los menores se ponga malo y haya que llevarle al hospital. ¿Qué haces con los otros?
–¿Es preciso que estos pisos para el cumplimiento de medidas judiciales tengan guardias de seguridad?
–Claramente, no. Estos pisos son grupos de confianza, estamos hablando de un ámbito de cariño en el que tiene que primar eso, en el que hay que ganarse a unos chavales que vienen machacados porque hay padres que no quieren a sus hijos, padres que anteponen las drogas a sus hijos. No es preciso que se pongan guardias de seguridad en estas viviendas, pero sí que haya profesionales suficientes, que no haya un único trabajador. Si se quiere mejorar la seguridad, pues pueden instalarse cámaras o un botón de alarma, por ejemplo, al que se pueda recurrir en un determinado momento si es preciso.
–¿Los menores son hoy más agresivos que antes?
–Diría que la sociedad les facilita ser más violentos. También que siempre ha habido casos, aunque ahora sí es cierto que hay más agresiones sexuales por parte de menores en grupo.
–¿Hay que rebajar la edad penal del menor?
–Quizás en estos casos de agresiones, sí bajaría la edad penal a los 12 años, porque el agresor sexual sí me preocupa, suele ser reincidente.
–¿Es partidario de modificar la Ley del Menor para endurecer las medidas?
–En los 25 años que lleva en vigor esta ley, orgánica y penal y aprobada por unanimidad, ha habido muchas modificaciones. Pero no estoy a favor de endurecer las penas.
–¿Por qué?
–La ley establece seis años de internamiento para los menores de 14 a 16 años y ocho para los de 16 a 18 años. ¿Queremos más años? ¿Para qué? Si alguien cree que un menor no va a hacer algo concreto porque la pena en vez de seis años va a ser de nueve es que no conoce a los menores.
–Usted suele decir que ese aumento de las penas 'animalizaría' al menor.
–Si tienes 15 años y te imponen cinco años en un centro de internamiento significa que estás encerrado un tercio de tu vida. Hay un momento en el que el menor toma conciencia de lo que ha hecho y se arrepiente. Mantenerle más tiempo encerrado conlleva que se animaliza, que acaba odiando y generando rencor.
–¿Los menores no son conscientes de los delitos que cometen?
–Son conscientes, sí, pero la responsabilidad y la madurez es algo que se va adquiriendo con los años. Los lóbulos frontales se desarrollan hasta los 21 años.
–¿Rechaza imponer a un menor el mismo castigo que a un adulto por el mismo delito?
–Absolutamente. No se les puede juzgar como adultos porque no lo son y porque la solución no está en endurecer las penas. Tenemos el ejemplo de Estados Unidos. Allí en algunos estados se ejecuta a un menor cuando alcanza los 18 años, y no parece que haya descendido la violencia. Quizás aumentar las sanciones a los menores relaja a la sociedad, pero así no se va a solucionar nada, porque este no es el problema.
–El problema es previo a la ley.
–Claro, el problema es por qué unos menores pegan a sus padres, y me consta que hay algunos que duermen encerrados en sus habitaciones por miedo a sus hijos; el problema es por qué hay que poner cámaras de vigilancia y seguridad en joyerías y en panaderías, por qué hemos tenido que crear una fiscalía contra el odio, por qué tenemos que decir que sanitarios y maestros son una autoridad.
–¿Cuál es su respuesta?
–Que decir que la ley no funciona y que hay que endurecer las penas no es la solución, que tenemos que educar, que es lo más difícil.
–¿Cómo?
–Tenemos que educar con normas y con límites para evitar las consecuencias que queremos corregir con una ley más dura para los menores, para tratar de minimizarlas. De la misma manera que los incendios se previenen en invierno.
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