
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J. López-Lago
Jueves, 19 de agosto 2021, 14:12
Un día antes, en la noche del miércoles, la visión de las llamas a lo lejos sobrecogió a buena parte de los habitantes de Alburquerque, pero esta mediodía las proximidades de la zona afectada por el fuego más cercana a esta localidad de 5.300 habitantes era un trasiego de jóvenes con la toalla al hombro camino de la piscina mientras grababan con el móvil helicópteros y aviones cargados de agua sobre sus cabezas. A pocos metros, conductores llenaban el depósito en la gasolinera cercana y preguntaban si habían corrido peligro – «un poco de susto, pero al final nada», decía la empleada–. En la zona donde los bomberos tenían aparcados sus camiones los propietarios circulaban con sus vehículos revisando el estado de sus parcelas y confirmando que ese paisaje lleno de cenizas dejaba de ser una amenaza.
Junto al Risco de San Blas, coronado por una cruz reconocible desde la Ex-110 que lleva a San Vicente de Alcántara, tres chalés fueron desalojados el miércoles a última hora. Uno de ellos es el de Juan María Guerra, que este jueves por la mañana refrescaba con una manguera el perímetro de su vivienda, aún humeante y donde el fuego se había quedado a apenas tres metros de distancia.
«Ayer por la tarde los vecinos de esta zona estuvimos pendiente y observando el rumbo que cogían las llamas porque aunque el fuego venía de lejos el viento cambiaba y se acercaba. Sobre las seis y media parecía descontrolado, nos replegamos aquí y empezamos a refrescar alrededor, pero luego vino la Guardia Civil y nos dijo que nos fuéramos, así que pasé la noche en casa de mi hijo. Esta mañana he venido y no ha habido daños, pero estoy echando agua con la manguera a estos troncos porque todavía sale humo», decía hoy a mediodía.
Según este testigo directo, con el de ayer es el tercer fuego que presencia en la zona a lo largo de su vida. «Aunque otro de hace unos años llegó igual de cerca, este ha sido el peor de todos, el más complicado por el viento, ayer hubo un momento que pensé que se iba todo al traste».
Por otro lado, a apenas cien metros más abajo existen unos huertos municipales que también se salvaron de las llamas, por pocos metros. Paco Guisado, uno de los siete vecinos que gestionan esta huerta, llegó a las ocho de la mañana a ver qué quedaba. «Ya me imaginaba que no se había quemado porque estuve viendo bomberos toda la noche. Y así, comprobando daños que por fortuna no han sido relevantes, pasaron gran parte de la jornada de ayer los habitantes de la zona.
Desde otra parcela situada en la zona oeste de la sierra, en la finca Prado Bajo, venía en coche Hilario Aguado, dueño de un pequeño olivar en una zona que estaba en zona de riesgo pero finalmente quedó intacta. De allí sacaron el miércoles sus catorce ovejas y dos perros por si acaso. «Estaba anocheciendo y al final vino el alguacil del pueblo y nos dijo a mi hijo y a mí que mejor regresáramos y eso fue lo que hicimos».
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